SEGUNDA LÍNEA TEMPORAL



Capítulo 8



 Anacronía Crónica



 Corres en la dirección apropiada de la muerte anunciada,

La meta está clara en tu mente, es lo que quiere el contendiente,

Tu vicio es tu ilusión, que no te deja elección,

Implotas en infinitos ratos, de pesados aparatos.




 

El sistema de Alfirk, un sol azul que giraba a gran velocidad, estaba liderado por cuatro grandes razas: cidorianos, zukarianos, margodos y aladunos, en sus respectivos planetas Citruro, Gluton, Voison y Sorudio. Las cuatro razas siempre mantuvieron una relación diplomática respecto a sus libertades. Cada una era libre de expandirse a otros planetas sin afectar el planeta originario de las otras razas. Toda investigación podía ser libre o no de compartirse con las otras razas. La autonomía de recursos era esencial y los intercambios comerciales no eran una obligación, solo si llegaban a un común acuerdo.

 

La raza cidoriana era la más ambiciosa de las cuatro, por lo que se dedicaron a conquistar planetas hasta crear un complejo imperio galáctico con métodos nada aceptados por sus homologas. Pero el tratado de los cuatro poderes impedía intervenir en sus asuntos, siempre y cuando se mantuvieran a raya de la soberanía de las otras tres razas.

 

Bajo la ley del tratado, las tres razas rompieron todo lazo comercial y científico efectuado con Citruro, abriendo la brecha entre naciones. Pero en cambio estas tres razas se unificaron aún más, logrando grandes avances para mejorar sus sociedades.

 

Uno de los avances, luego de miles de años de evolución, fue la exploración de la cuarta dimensión. Los zukarianos habían sellado acuerdos con planetas en otras galaxias, como la Tierra. Debido a ello, Jelly Bean y la Via Lactea se volvieron galaxias hermanas, hubo multitud de intercambios de recursos, tanto de minerales como de fauna y flora. Uno de los intercambios clave, fueron las abejas terrícolas, que mediante métodos acelerados de evolución hechos por los margodos, crearon una nueva raza que compartía planeta con los zukarianos.

 

Las abejas glutonianas heredaron los mejores patrones de organización de sus ancestros, se convirtieron en la sociedad científica más aclamada del sistema, sintetizaron la miel con mayor concentración energética posible, la miel azul, lo que mejoró notablemente los descubrimientos efectuados en la cuarta dimensión.

 

            —No es que no sea sorprendente todo el asunto de viajar en el tiempo- le explicaba Piñato a su compañero de cuarto, en el Centro Artístico de Alfajor—, por ejemplo, si fracaso como artista, me devolvería unos cuantos años y me dedicaría a fracasar de nuevo, una y otra vez— terminó Piñato con tono gracioso.

 

            —Claro, por eso es que no se le permite al zukariano común usar esa tecnología, porque la desperdiciarían en cosas así— refunfuño su compañero Mentolato, un zukariano dedicado a hacer documentales, la mayor parte de su piel era color naranja, con algunos tintes chocolate por todo su cuerpo.

 

            —Pues entonces deberíamos liberar esa tecnología y que la población haga lo que quiera con su tiempo— instó Piñato de manera rebelde.

 

Los dos compañeros de cuarto asistían constantemente a marchas por la liberación del tiempo, lideradas por el grupo de Los Cronistas. Piñato más convencido que su amigo, pero ambos estaban de acuerdo que el gobierno controlaba cada aspecto de la sociedad, quitando de en medio el error, por ende la posibilidad de sentir culpa, y cuando la culpa fue suprimida de las mentes, cuando ya no hubo miedo a cometer errores, los zukarianos dejaron entonces de sentir tristeza, sin saber lo que era la tristeza ya no identificaron lo que era la felicidad.

 

Al nacer cada individuo era encaminado a estudiar y cumplir un rol específico en la sociedad, aunque parecía libre elección, los altos mandos descubrieron que si manejaban sus decisiones con cambios en el tiempo, lograrían crear una sociedad más eficiente, sin desempleo ni dudas existenciales. Piñato no había escogido ser artista plástico, el arte como las demás áreas de conocimiento, era fundamental en la sociedad zukariana. El análisis genético había establecido que nuestro viajero espacial era más apto para desempeñarse en esta labor. De esta manera toda la población siempre estaba de acuerdo con sus propias elecciones, creyendo que eran dueños de ellas. Los Cronistas, habían descubierto esta realidad y querían saber lo que era tomar una elección, lo que era equivocarse.

 

No sabemos cuántas veces Los Cronistas intentaron derrocar este sistema, pero cada vez que lo intentaban, el gobierno estaba un paso adelante, obviamente manejar el tiempo les daba total ventaja. Este grupo revolucionario se había convertido casi en una burla.

 

            —Mira muchacho, esta es tu oportunidad de brillar, descubrimos la manera de entrar en sus sistemas y que no puedan accionar ningún aparato temporal, hasta que el asunto este hecho— le explicaba uno de los miembros del grupo al joven Piñato —, es una especie de bomba temporal que detendrá el tiempo en la gran central, y si se detiene allá, nadie más lo podrá usar en todo el planeta. Vestirás un traje atemporal, ya adentro dejaras este paquete y todo quedará solucionado, adiós viajes en el tiempo.

 

            —¿Y los caramelos moleculares? — preguntó Piñato en su común tono calculador—, la idea sería acabar con dos amenazas al mismo tiempo.

 

            —Solo enfócate en la Gran Central del Tiempo, de lo otro nos encargamos nosotros. Sigue el plan, esta vez no fallaremos.

 

Esa noche así se hizo, la bomba temporal fue detonada. Piñato logró infiltrarse en medio de los militares suspendidos en el aire, armas bloqueadas, puertas totalmente abiertas, que nadie alcanzó a cerrar porque estaban paralizados. El intrépido zukariano dejó el paquete de color morado en el núcleo de la gran central del tiempo tan rápido como pudo. Todo a su alrededor se encontraba en un tiempo cero, una gran cúpula cubría la Gran Central del Tiempo, originada por la bomba que había sido lanzada.

 

En el exterior de la cúpula de tiempo detenido, los militares trataban de usar sus dispositivos de tiempo para revertir el atentado, pero nada funcionaba, cada intento era inútil. Piñato los veía frustrados desde el interior de la onda expansiva. Si alguno intentaba entrar, simplemente quedaba atrapado en la ilusión del tiempo detenido. Salió corriendo del lugar, trató de esconderse para no ser atrapado por los militares, pero fracasó en ello. El sector estaba altamente vigilado y fue capturado de inmediato. Fue interrogado sobre como detener la amenaza, pero no obtuvieron respuestas, el artista apenas si sabía de qué trataba el plan, pero no los detalles técnicos de este. Un militar usó el traje de Piñato para extraer el paquete de la central, pero su incursión heroica no duró mucho tiempo, pues se escuchó una gran explosión, el paquete que Piñato dejó allí, se había accionado, una bomba ácida destruyó todo el recinto dejando inservibles por completo todos los aparatos temporales.

 

Lo que sucedió después quitó toda ansia de revolución. Lo que parecía ser un triunfo por parte de Los Cronistas, ahora era una total estupidez. Naves cidorianas empezaron a arremolinarse alrededor de la ciudad de Alfajor, como estaba sucediendo en todo Gluton, y sus ocupantes empezaron a descender de ellas, comunicando que habría un nuevo orden, un nuevo mandato y nuevos líderes.

La imposibilidad de usar el tiempo para escapar de aquel desastre, dejó a los ejércitos zukarianos indefensos ante la tecnología militar de los cidorianos, que no estaban dispuestos a ser misericordiosos si los glutonianos se resistían. Los margodos y aladunos no tuvieron más remedio que hacerse a un lado, no querían ser parte del conflicto, desde ese día tuvieron que colaborar de cerca con los cidorianos en la obtención de recursos y el desarrollo de investigaciones científicas.

 

Piñato se sentía miserable, había hundido a su propia raza en la desesperación y el caos, ahora eran esclavos al servicio del Imperio Cidoriano. Destrozaba su mente pensando una y otra vez como había ocurrido aquello, ¿Quién le dio la bomba temporal a Los Cronistas? ¿Dónde estaban los caramelos moleculares de los militares? ¿Qué paso con las abejas glutonianas?

 

Junto con su amigo Mentolato, fueron obligados a trabajar en las minas de orozuz, un mineral que se comercializaba a muy alto precio en la galaxia. Ya habían transcurrido 37 alfares, es decir 10 años terrícolas, ahora eran compañeros de celda, de vez en cuando hablaban de lo ingenuos que fueron al creer que estaban más seguros sin controlar el tiempo, de lo mucho que darían por devolver todo a su estado anterior, así fuera sacrificar sus vidas mismas.

 

Una tarde soleada, de esas que pintan los rostros con tonos azules del astro Alfirk, ambos zukarianos se encontraban tomando su ración de energía electromagnética. Un anciano zukariano siempre se acercaba a contarles historias en el receso de medio día.

 

            —¿Han escuchado del planeta Tierra? — Les preguntaba el anciano a los dos amigos, con intensión de empezar una nueva historia—. De ese planeta vienen las abejas, no son la especie dominante allí, los que dominan son los humanos.

 

            —Sí, ya he leído sobre la Tierra antes, esa historia ya me la sé, si no fuera por haber traído a esas cosas, estaríamos mucho mejor — Piñato estaba un poco alterado por su trabajo en la mina, aun así lo dijo lo más calmadamente posible.

 

            —Seguramente así es joven amigo— instó el viejo comprensivo—, pero hay otra cosa en medio de ese trato. Ellos nos dieron a las abejas, pero cuando se enteraron que los zukarianos lograron desarrollar los viajes en el tiempo, también quisieron su tajada como compensación.

 

            —Algo abusivo en mi opinión. No es equitativo el intercambio de una especie por la tecnología de exploración en la cuarta dimensión — dijo Mentolato en tono solemne.

 

            —Y claramente el gobierno pensaba lo mismo, los humanos aunque amigables, no estaban preparados para esa tecnología— continuó el viejo con su relato, después de rascar su barriga, que estaba llena de sobrantes de orozuz, lo que le causaba algunas laceraciones en la piel-, pero para mantener una buena relación con ellos, se les otorgó una máquina del tiempo, custodiada por guerreros gigantes, capaz de viajar a cualquier época, eso sí, la máquina solo podía ser usada una vez. Se les advirtió que solo podían usarla en un caso extremo, que era lo máximo que podían otorgarles. Los humanos intentaron reproducirla en repetidas ocasiones, pero fracasaron la misma cantidad de veces.

 

            —¿Quiere decir que podemos usar esa máquina para arreglar todo esto? — preguntó Piñato, que ahora si estaba más interesado en el relato.

 

            —Sí, eso está perfecto, pero estas omitiendo los detalles. Aun si lograras escapar de aquí y llegar allá, no sabes si la máquina aun funciona después de tanto tiempo, luego como volverías a Gluton para evitar que tu otro yo nos condenara — explicaba Mentolato para aterrizar las ideas, luego miró a Piñato para suavizar un poco el reproche —. Nada me haría más feliz, si logro identificar esa emoción de nuevo, pero el relato se quedará en relato, no nos ayudara en nada.

 

Era una cruda realidad, pero realmente sería muy difícil salir de esta situación. Piñato se rompía la cabeza cada noche pensando en cómo escapar de Gluton, cómo sortear a los sirvientes cidorianos, los cidor, esos pequeños monstruos malhumorados que custodiaban las minas. Pero no se le ocurría nada.

 

Todo se aclaró aquella mañana cuando un cidor comenzó a actuar extraño. El monstruo, que era un poco más alto que el resto, se pegaba contra un muro de roca. Se hirió fuertemente en la cabeza hasta el punto de sangrar el verde líquido que lo mantenía vivo. Dos cidorianos vigías se acercaron para ver que le pasaba al desdichado.

 

Si los zukarianos centraron su tecnología en la cuarta dimensión, los margodos centraron sus avances en las modificaciones genéticas, unas de ellas fueron los cidor y las hormigas cidorianas. Luego de la invasión cidoriana en Gluton, los margodos al servicio del Imperio Cidoriano, desarrollaron una sustancia que convertía los seres vivos en fieles sirvientes monstruosos. Claro cada individuo reaccionaba de manera diferente, así que por cada raza que quisieran conquistar debían ajustar la formula. La modificación en las hormigas consistía en hacerlas capaces de segregar este líquido e inyectarlo en las victimas. Cientos de planetas habían sido conquistados de esta manera. La mina de orozuz había solicitado cierta cantidad de este ejército de cidor para proteger el perímetro, en caso de algún motín por parte de los zukarianos. Al parecer estos cidor en la mina, venían de una raza conquistada, que se adaptaba muy bien a cualquier tipo de sustancia nociva para el cuerpo, y luego eran capaces de eliminarla. La fórmula había sido de una alta concentración para que funcionara en ellos y al parecer así era hasta esa mañana, pues su efecto se estaba revirtiendo.

 

El cidor descontrolado atacó a los dos cidorianos vigías, arrancándoles la cabeza con sendas mandíbulas y dirigiéndose hacia la periferia de las minas, el resto de los cidor también empezaron a descontrolarse en toda la mina, y los pocos cidorianos de la zona,  no tuvieron más opción que perseguirlos para asesinarlos con sus armas de plasma ácido. Los zukarianos, que sumaban por lo menos unos quinientos, observaban aterrorizados la escena sin saber qué hacer. Piñato si sabía qué hacer, era su oportunidad de escapar.

 

El decidido zukariano se dirigió rápidamente hacia la salida de la mina. Con los cidorianos distraídos no le fue difícil pasar. Mentolato lo acompañó sin dudarlo. Se encontraban corriendo lo mejor que podían hacerlo siendo zukarianos. Llegaron a un parqueadero de naves glutonianas, vigiladas por un par de cidorianos.

 

            —Toma una de esas naves, mientras yo los distraigo. No sé qué tan lejos puedas llegar en ella, pero sé que solo un zukariano puede manejarlas — se adelantó Mentolato antes de que Piñato propusiera cualquier otro plan-, no es nada racional, pero esto era lo que queríamos, cometer errores.

 

            —Diría que no soy capaz de dejarlo aquí, pero me puede la racionalidad — le dijo Piñato casi tratando de mostrar una especie de afecto hacia Mentolato a su manera—, si fracaso, ambos estaremos muertos.

 

            —Pues prefiero morir arriesgándome a morir en esa mina. Que los dioses aladunos te acompañen—, dijo Mentolato en forma de broma, pues los zukarianos abandonaron las religiones hace mucho, pero los aladunos eran una raza altamente religiosa—, y si no, nos veremos en otra vida entonces, si es que eso existe.

 

Cada uno tomó su camino. Mentolato corrió en frente de los cidorianos quienes de inmediato comenzaron a dispararle sin tener suerte, mientras Piñato, detrás de ellos, se subía a una de las naves. Solo las había visto en los teleinformes mentales, unos breves anuncios que eran transmitidos a toda la población a través de ondas astrales directamente a sus mentes. Aunque ajeno a volar alguna nave real, Piñato tenía cierta práctica con los videojuegos, piezas de entretenimiento que lo sumergían en realidades simuladas, entre esas volar una nave de exploración galáctica. No era en especial un deseo que el zukariano quisiera cumplir, explorar la galaxia y conocer nuevos sitios. Para Piñato la idea era algo complicada e ineficiente, prefería pensar que los militares hacían bien su labor y traerían avances para su planeta. Él no era un ser de aventuras y nunca había salido de su planeta, era más placentero recostarse en medio de los bosques de Stevia, unos gigantescos árboles que crecían cerca de Alfajor, y daban frutos de muchos colores, algunos de esos frutos se utilizaban para la condensación de caramelos moleculares.

 

Listo o no para las aventuras, tuvo que elevar la nave o el riesgo de su amigo sería en vano. Sin saber la suerte de éste y sin detenerse a pensar mucho en ello, encendió los motores de calorías, pero la nave rechazó el tacto de Piñato y se apagó inmediatamente. El zukariano revisó el interior del vehículo, entre la herramienta, había incluso un condensador de caramelos moleculares, pero sin ningún caramelo fabricado. Hasta que por fin encontró un guante marcado con el nombre Turklan Dox, que si tenía suerte, conservaría aun parte de la energía del propietario de la nave. Entonces tuvo suerte, pues en pocos segundos pudo despegar la nave al fin. Se elevó con algo de dificultad, tratando de calibrar la sensibilidad de los mandos. Cuando por fin logró controlarlo, salió de la atmosfera, en un viaje a un planeta desconocido, un planeta azul del que solo había leído en libros.


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