SEGUNDA LÍNEA TEMPORAL
Capítulo 7
Miel y hiel
La soledad
te rodea de un control surrealista,
Conoces a
otros desdichados con otros puntos de vista,
Se
distorsiona el reflejo de una mente purista,
Sientes la
necesidad de desechar la amatista.
Terricola y zukariano surcaban el cielo. Hace un buen rato habían dejado
la ciudad de Bugstorm atrás, así como la postura inicial de vuelo. Los brazos
de Danna estaban cansados de sostener su propio peso, aferrándose con sus manos
a la poca cintura del muñeco parlanchín.
—¡Piñato! ¡No resisto más, voy a caer! — le gritaba la agotada
mujer a su compañero volador. Cuando ella lo soltó, rápidamente Piñato sostuvo
las muñecas de la joven con sus manos energéticas invisibles.
Volaban hacia el suroeste del planeta Nova Terra, alejándose cada vez más
del frio del norte, y entrando a su zona tropical. Poco a poco su altura se fue
disminuyendo, terminando inevitablemente el viaje.
—¿Por qué paras aquí?
¿Es otra de tus bases secretas? — preguntó la mujer, expectante de cuál sería
el siguiente movimiento de su amigo espacial.
—Se terminó el efecto
del caramelo, ahora tendremos que caminar— dijo Piñato con su natural
tranquilidad mientras comenzaba la marcha.
—Pero, ¿Tienes un plan
cierto? ¿Sabes cómo averiguar dónde está mi hija? — la ansiedad de Danna podía
deberse en parte a su preocupación y en parte a la abstinencia de las drogas
del manicomio.
—No y no— respondió
tajante a las dos preguntas de la mujer, pero por alguna razón sintió que
entonces era apropiado decirle algo más—, así que puede preocuparse todo lo que
sea necesario.
Las opciones se habían acabado. Mientras caminaban por una planicie que
dibujaba a lo lejos una cordillera de montañas, el zukariano evaluaba lo que
había perdido. Ya no tenía el Condensador de Caramelos Moleculares, la
maquinita que había dejado en la cabaña. Se le habían acabado los caramelos que
le entregó el viejo y otros tantos los dejó atrás, en su misión de rescate. Ni
hablar del cubo de rubik que ahora era inútil incluso para solo jugar, pues
estaba totalmente en negro e inamovible. Y sus implementos, junto con su nave,
nunca le fueron devueltos. La pequeña nave de Piñato tenía diferentes
implementos que le serían muy útiles, como un Recolector de Energía
Electromagnética, esencial si no estaba cerca de los polos; un Dispensador de Capsulas
Burbupura, ideales cuando estas explorando un planeta y necesitas dejar
diferentes puntos a los cuales teletransportarte; Baterías de Miel Amarilla
para el Condensador de Caramelos y demás aparatos pequeños; y un arma de Balas
Temporales, que tan solo congelaban al individuo en la posición que se
encontraba. Pero lo más importante era la nave, sin Caramelos Número Uno,
transportarse era muy tedioso.
Los pensamientos del viajero fueron interrumpidos por un saludo:
—¡Hola terrícolas! —
saludaba una figura esbelta a lo lejos, parecía ser una hembra por su tono de
voz suave. Otra figura, pero algo más robusta, a su lado susurraba bajo, como
evitando que saludara.
— ¿Cómo se te ocurre saludarlos?, lo primero que nos
dijeron fue que no interactuáramos con los foráneos, por favor ahora no les
vayas a dar de comer algo para empeorar la situación— trataba de frenar con sus
manos a la figura esbelta.
—¿Quieren algo de comer?
— preguntó aquella figura esbelta, haciendo caso omiso de su compañero.
Conforme avanzaban lograban divisar mejor a los simpáticos seres, que se
encontraban sentados en lo que parecía ser un mantel para picnic de color rojo,
aunque con diseños circulares propios de otras razas, adornado de latas y
paquetes desconocidos. La escena era de una pareja de humanoides, una hembra
que llevaba un vestido rojo abombado y un sombrero de ala larga que tenía
amarrado por debajo de la quijada; el macho en cambio llevaba una sudadera
azul que escondía una barriga bastante prominente, además de unas zapatillas
deportivas de tela que parecían estar adornadas con marcador. De lejos
parecerían humanos, sino fuera porque al detallarlos, se notaba que de su
cabeza en lugar de cabello se extendían unos largos y delgados tentáculos que
se podían contar por miles, mucho más largos en la hembra. Además los ojos de
ambos seres eran de color dorado, el iris ocupaba una gran parte y su centro
parecía dibujar una estrella. La piel era tan blanca y un poco traslucida, que
se lograban ver, ligeramente, unas venas de color amarillo recorrer los cuerpos.
Para Piñato fue apenas normal ver otra raza más, le resultaba extraño que
estuvieran allí en medio de la nada, pero entonces recordaba que él logro
ingresar a Nova Terra de una manera muy sencilla. La que se detuvo un momento
para asimilar la presencia de la pareja, fue Danna, que aunque ya había visto
bastantes cosas extrañas, no terminaba de sorprenderse con cada una.
—Yo soy un zukariano,
ella si es terrícola — aclaró el viajero espacial, mientras señalaba a su
compañera.
—Que simpática amistad—
puntualizó la hembra mientras los miraba más detenidamente— ¿también vinieron
de picnic?
—Claramente es así—
improvisaba Piñato, para no generar ninguna clase de sospecha de su procedencia—,
pero nuestra nave se averío y sufrimos un pequeño accidente, la comida se
estropeo, bueno por lo menos la comida de ella — sacó una lata de energía
electromagnética que aún mantenía en su bolsa negra.
—Que lamentable hecho,
pero supongo que ya habrán recibido asistencia, el servicio de turismo del
sistema solar es muy completo— decía aquella mujer, con algo de preocupación
disipada por su confianza—, tuvimos que ahorrar bastante para poder viajar
hasta aquí, pero ha valido la pena, este paisaje es único y la atención
igualmente, nada parecido del sistema de dónde venimos— volteo a mirar a su
compañero, que parecía algo malhumorado por los visitantes.
—Entonces supongo que
esperarán ser remolcados por la agencia. Tienen que dirigir su marcha por ese
camino, son por lo menos 3 horas caminando. Allí hay una base para que la espera
no se les haga tan larga— dijo el macho, disimulando su amargura.
—Pero que maleducado—
regaño la hembra a su pareja—, no le hagan caso, esta así por el largo viaje. Él
es Norc, yo soy Eliz, pueden sentarse con nosotros, estos alimentos están
certificados por la AIISH, así que tú puedes consumirlos con total tranquilidad—
se dirigía a Danna, que aún estaba algo estupefacta, aunque la pareja le
recordaba a cualquier pareja de la tierra, incluso a sus propios padres.
—Gracias — pronunció tímidamente
la joven en tono bajo. Tanto Piñato como Danna se sentaron en el mantel rojo
junto a aquellos seres. Uno más confiado que el otro.
—Venimos del planeta Taronte—
comenzó a hablar Eliz, aunque nadie se lo había preguntado, pero era bastante
social y no le gustaba dejar silencios incómodos—, con esto de las
prohibiciones resulta imposible conocer más de cerca a los humanos, eso si
vemos seres que vienen de todas partes de la galaxia, pero de los humanos solo
conocemos lo que vemos en los documentales— se quedó mirando a Danna—, ¿Crees
que podríamos pasar desapercibidos entre ustedes? — preguntó con gracia
mientras pasaba sus manos por su cara y pestañaba rápidamente.
—Sí, seguramente, hay
personas tan distraídas que no notarían la diferencia— dijo Danna en tono
despreocupado, con algo de burla e ironía, como si hablara con una amiga, luego
pensó que podría estar animando algo que podría dejarlos mal parados si eran
muy ingenuos—, pero la verdad es mejor no arriesgarse, hay humanos muy
perspicaces y están pendientes de los detalles.
—Exacto, eso es lo que
admiro de los humanos, son tan diversos, no terminas de conocerlos por más
películas que veas de ellos, algunos tan atentos y amables, otros tan burdos y
peligrosos, pero es una amplia gama de comportamientos. En nuestro planeta las
cosas son algo siniestras. Venir acá la verdad es reconfortante.
—No quisiera abusar de
su confianza— se dirigió Piñato a la animada Eliz—, necesitamos hacer un viaje,
sé que nos acabamos de conocer, pero ¿podrían prestarnos su nave?
—Es la primera vez que
interactuamos con un zukariano también, no sabía de la existencia de tu raza,
pero definitivamente te tomas muy a la ligera nuestro buen trato— se dirigió el
amargado Norc a Piñato, dejándole claro que de ninguna manera prestarían su
nave.
—¿Pero qué cosas dices?
No dañes así nuestras amistades con los invitados— les sonrió Eliz a los dos
compañeros, mientras le quitaba toda la autoridad al macho—, no podemos
prestarles nuestra nave, pero no descartaría acompañarlos al sitió que
necesiten ir, claro está, después de la merienda.
Se repartieron los alimentos, algunos paquetes se los entregaron a Danna,
que aun dudaba de comer cosas con etiquetas tan extrañas y de dudosa
procedencia. Piñato no tenía problema pues tenía lista su lata, que por cierto
ya necesitaba después de tanto ajetreo.
La terrícola abrió un primer paquete redondo, aunque el empaque no era
nada familiar, el contenido si, eran papas fritas. Lentamente introdujo la
primera a su boca y efectivamente, sabían a papas fritas.
—No te preocupes
querida, hasta los alimentos los hemos imitado muy bien, incluso han gustado
bastante de dónde venimos— tranquilizaba Eliz a la muchacha, mientras se comía
lo que parecía un sándwich y tomaba un sorbo de jugo de naranja—. Ahora
ustedes, ¿qué tienen para contarnos? Me interesaría saber de dónde se
conocieron.
¿Para contar?, absolutamente nada, no podía revelar ningún detalle a
estos seres, aunque amables, totalmente extraños y desconocidos.
—Prefiero ser reservado—
dijo Piñato, esperanzado por terminar la conversación ahí.
—Si yo también lo
prefiero así — lo siguió Danna entendiendo lo que quería Piñato.
—Entonces ¿no nos
consideran sus amigos? — dijo Eliz algo perspicaz, enfatizando la palabra
amigos para que quedara claro que el favor de la nave los comprometía de alguna
manera.
—Bueno, pero podríamos
hacer alguna excepción— se adelantó Piñato, sabiendo lo descuidado que sería
quedar de nuevo en medio de la nada sin la ayuda de esta pareja particular—. Yo
soy Turklan, soy un arqueólogo, vengo a estudiar unas ruinas humanas, nada muy
emocionante, mi amiga Penélope es mi contacto aquí en la tierra, una guía para
los asuntos oficiales, permisos, licencias, en fin, todo el papeleo burocrático—
Danna solo asintió con la cabeza, pues no quería embarrarla dando datos
erróneos de aquella mentira.
—¡Pero que modesto!, me
parece muy interesante de su parte, estudiar el pasado de los humanos, también
algo muy osado. Yo he tratado de buscar información y todo parece estar clasificado,
incluso me hicieron una advertencia de no entrometerme en asuntos de otros
planetas — comentó Eliz ligeramente, mientras lucía pensativa—. No entiendo la
razón de mentirnos respetado zukariano— ahora la hembra parecía inquisitiva.
—Creo que debo hacerle
la misma advertencia, es un asunto que no le concierne— puntualizó Piñato para
que quedara muy en claro.
—Ahora quién es el de
los malos modales— apuntó Norc con la boca llena, que estaba concentrado
comiendo un pastel de pollo.
—Él no está siendo
maleducado, solo está dejando las cosas claras— Danna dejó la timidez del momento
y defendió a su compañero— les agradecemos mucho su amabilidad, pero eso no les
da derecho a indagar sobre nosotros o nuestra procedencia.
—Tienes razón— dijó Eliz
con tono apenado— en serio lamento mi conducta, solo que a veces me emociono
por saber cosas.
Un ambiente tenso terminó así la conversación tan amena. La pareja se
sintió muy cansada después de comer. Invitaron a sus nuevos amigos a la nave,
para tomar una siesta. La verdad es que tanto Piñato como Danna la necesitaban.
Caminaron a unos cuantos metros de la zona de picnic, dónde había una casa
rodante, extrañamente como las casas rodantes de la era antigua, de esas que
tenían llantas de caucho y eran altamente contaminantes.
—¿No les parece una
maravilla?, logramos adaptar esta reliquia a un motor de propulsión lumínica
para los viajes galácticos, y el interior tiene una ampliación cuántica de 4.5,
imperceptible desde el exterior — clamó Eliz emocionada, mientras que Norc
tornaba los ojos de modo indiferente.
Eliz les mostró sus módulos de sueño para huéspedes, a Piñato no le hizo
gracia dormir ahí, así que durmió en el suelo, ya que él dormía levemente
elevado dos centímetros, y boca arriba, totalmente estático, el suelo no le
resultaba nada incomodo, pero el módulo si parecía algo estrecho para su cabeza.
Danna en cambio, saltó a la cama inmediatamente. Por fin una cama después de
tanto tiempo en el manicomio; aunque la goma turquesa de la celda no era incomoda,
este módulo de sueño era perfecto, si alguna vez alguien pudo dormir en una
nube, entendería cómo se sentía la muchacha en este momento.
La extravagante pareja se dirigió a su respectiva habitación. Danna
repasó los acontecimientos del día en su mente, además pensaba en su hermosa
bebé, en lo mal que podía estar pasándolo, pero por otro lado estaba Piñato,
que por cierto ya se había dormido, ese frívolo pero tierno ser que seguramente
tenía un plan en mente y la ayudaría a pasar este trago amargo. No paso mucho
de sus pensamientos al sueño.
La pareja se encontraba acomodada en una gran cama, seguramente más
cómoda aun que la de Danna.
—Querida, creo que ya se
quedaron dormidos, alista el lector— le decía Norc a su compañera de manera
perezosa pero inquieta.
—Listo, ya parece que
está reconociendo sus mentes, yo voy a ver la del azucarado ser, tu mira la
mente de la humana— le contestó Eliz muy entusiasmada mientras escogía las
opciones de un menú en una pantalla táctil, otra reliquia de los humanos.
Un ventilador instalado en la habitación de huéspedes, hacía las veces de
escáner, enfocaba las cabezas de Danna y Piñato, lo que les daba una señal
directa a los cerebros de la pareja tarontena, quienes ya tenían un proyector
interno instalado. Esta forma de entretenimiento en su planeta era conocido
como Cinebro. Por eso Eliz estaba
algo obsesionada con saber sobre ellos, pues era una práctica muy común allí y
sus habitantes solían hacerlo muy a menudo, para conocer a otros o para conocer
la vida de personajes famosos.
Las imágenes del cerebro de Piñato empezaron a ser transmitidas
directamente al cerebro de Eliz. Mostraban al zukariano en un planeta conocido,
o así lo sentía la receptora, cada recuerdo era transmitido y cada sensación
asociada a este también.
Efectivamente el ser glutoniano se encontraba en su planeta, un planeta
de vivos colores, purpuras y amarillos surcaban el cielo, y el suelo de un
intenso color aguamarina, pero en contraste se escuchaban gritos desesperados,
el caos imperaba aquel sitio. Piñato se arrodillaba y se decía a sí mismo: —Destruí
mi hogar.
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