SEGUNDA LÍNEA TEMPORAL
Capítulo 9
Mermelada
Roja
Desperté
con un fuerte dolor de cabeza, pero de fondo un fuerte olor a cereza,
Parecía un
programa de televisión, de esas comedias con familias de ficción.
Solo era
una pareja complaciente, sirviendo pan y chocolate caliente,
Un par de
aficionados a los humanos, que trataban de compensar los tragos amargos.
Eliz y Norc, no solo saciaron su sed de curiosidad, también consumieron
su porción de drama. Ver las historias de aquellos seres, tan indefensos, los
hizo entender lo egoístas que habían sido en pensar que aquello podría
entretenerlos. No podían pedir disculpas, así que lo mínimo que podían hacer,
era ayudarlos.
—¡Danna!, ¡Piñato!,
vengan a comer, les preparé el desayuno — gritó la alegre Eliz desde la cocina
de su nave tráiler. Estaban tan cansados que una simple siesta se convirtió en
toda una noche de sueño.
—Yo no puedo comer nada,
aparte de mi energía electromagnética en lata — replicó Piñato con su
particular forma de ser directo.
—Ya lo sabemos colorido
amigo— le contestó Norc, de una forma más comprensible a como se había
comportado el día anterior—, pero trata de mantener la ilusión para la esmerada
Eliz.
—Esperen un momento…
¿Danna? ¿Piñato? ¿Cómo saben nuestros nombres reales? — El zukariano cayó en
cuenta de la mención de sus nombres, derrumbando el secreto de la pareja. A
Eliz se le escapó ese detalle, con la emoción del desayuno. Danna ya se
encontraba en la mesa pequeña de comedor, que aunque era solo para dos, la
habían adaptado para los comensales adicionales. El desayuno era un pastel de
cereza, pan, huevos, jugo de naranja y chocolate.
La pareja no tuvo más remedio que contarles lo apenados que se
encontraban por inmiscuirse en sus asuntos de esa manera. Les explicaron el
método que usaban para leer las mentes de otros seres. Pero que gustosos, para
enmendar el error, los llevarían a dónde quisieran.
—Además estuve buscando
ruinas antiguas de los humanos, relacionadas con gigantes guardianes. Tenemos
que encontrar esa máquina del tiempo— Dijo Norc de manera decidida.
—¿Máquina del tiempo?
¿De qué se trata el plan? — miró la joven Danna confundida a Piñato, en busca
de respuestas para saber de qué estaba hablando la pareja.
—Si viajo al pasado,
muchas cosas se borrarán, incluso el accidente de su hija— le explicó Piñato, adicionando
un leve resumen de lo que le había sucedido a Gluton y de cómo él había sido
culpable de eso.
—¿Quieres decir que será
como no haberte conocido? — preguntó Danna con un quiebre leve en su voz, omitiendo
el resto de la información recibida. Mientras mantenía un pequeño pedazo de pan
en la boca.
—Eso es lo menos
relevante en este momento, primero debo lograr encontrar esa máquina— Piñato no
entendía a que venía la pregunta de Danna, tal vez a alguna muestra de cariño
de los humanos, pero no pensó mucho en ello.
—Confío en lo que haces,
seguro lo resolverás — la mujer se retiró de la mesa, y volvió al cuarto de
huéspedes con un nudo en la garganta.
Norc y Piñato se sentaron a revisar la información, al parecer había una
construcción egipcia llamada Templo Mayor de Abu Simbel, en cuyas entradas
había gigantes de roca. Era el lugar más prometedor para ocultar una máquina
del tiempo.
Dirigieron su curso de vuelo hacía ese lugar, pero eso les llevaría por
lo menos un día. Danna no volvió a salir de la habitación, a no ser que tuviera
que tomar agua, comer algo o ir al baño, pero de inmediato se encerraba de
nuevo allí.
—Deberías hablar con
ella, parece que tu plan la dejó algo consternada— le sugería Eliz a Piñato,
mientras este se encontraba revisando los libros de Norc sobre la cultura
humana.
—No debería comportarse
así, solo estoy solucionando las cosas, incluidos los problemas de ella—
respondió Piñato en tono despreocupado.
—Los humanos funcionan
un poco diferente, son contradictorios y sus sentimientos juegan un papel
importante en cada aspecto de su vida, incluso sucede en esos seres que ellos
llaman ejecutivos.
El zukariano reflexionó un poco sobre los días que exploró la ciudad de
Bugstorm, cuando vio lo mejor y lo peor de los humanos. Algo en su interior le
daba toda la razón a Danna, no era el plan más agradable. Algo en su interior
sintió lo mismo que ella cuando hizo aquella pregunta ¿Ya no volvería a ver a
la simpática joven y a su bebé? Además el plan no era perfecto, debía
retroceder 11 años. 10 años habían transcurrido desde que destruyó la Gran
Central del Tiempo en Gluton, más un año por si las moscas. Sin certeza de
encontrar una nave en ese pasado, para volver a su planeta y evitar el ataque. Y
si lo lograba, tampoco tenía seguridad que eso arreglara la invasión de hormigas
cidorianas en la ciudad de Danna. Pero no tenía más opciones. Por increíble que
pareciera, había logrado llegar a la Tierra, sin contar con un plan desde que
salió de las minas de orozuz. Se levantó lentamente del sofá dónde se
encontraba, se dirigió a la habitación de huéspedes y tocó a la puerta. Ésta se
abrió un poco, dándole indicios de que entrara.
—Dirás que soy una
tonta— exclamaba entre sollozos la mujer desde su cama, mientras Piñato se
adentraba un poco más en la habitación—. Seguramente Eliz entiende mejor que
tú, porque me encuentro en este estado, después de haber leído mi mente. Desde
que llegaste solo me han ocurrido desgracias, mi hija convertida en un
monstruo, ver morir a esos tres delincuentes y luego el manicomio. Pero no me
malentiendas, sé que no ha sido tu culpa, todo lo contrario, has sido el único
apoyo en esta situación tan extraña para mí, y no solo eso, has sido el
perfecto escape de mi anterior realidad. Mi vida ya no es la misma al descubrir
todo esto que sucedía alrededor de nuestro mundo. Derrumbé toda muralla que me
encerraba en aquella ciudad. Lo más importante es que…— Danna se detuvo un
poco, pues no sabía si el zukariano entendía esas cosas—, te siento como el
único amigo después de tanto tiempo. Ahora me dices que todo esto se borrará y
me haces sentir miserable de nuevo — la pobre mujer rompió en un llanto
descontrolado.
Piñato se sintió totalmente inservible, ningún caramelo molecular podía
sacarlo de esta situación, no sabía que palabras eran las correctas, pero una
vez más, muy en su interior sabía que debía decir algo.
—Dejé toda mi vida atrás
por un error que cometí, entiendo esa ausencia, lo que es perder un amigo. Si hubiera
otra forma de lograrlo sin perder su compañía en este nuevo mundo, de seguro me
inclinaría por esa opción —el zukariano intentaba ser comprensible sobre la
situación de ella, y se culparía mucho por lo que diría a continuación—, como
no hay otra opción, va a tener que acompañarme en ese viaje en el tiempo.
La mujer no dudo en moverse de inmediato en dirección a Piñato, y lo
abrazó tan fuerte como pudo, incluso parecía que la capa energética que rodeaba
al muñeco parlanchín no era suficiente para contener el abrazo, parecía que
tocaba su piel directamente. El zukariano se quedó inmóvil sin decir alguna
palabra más, supuso que había hecho lo correcto.
Luego de algunas horas de viaje más, por fin llegaron a un vasto desierto
en el que se encontraban aquellas ruinas flanqueadas por gigantes de piedra.
Estacionaron la nave tráiler. El tamaño de las ruinas era abrumador. Los cuatro
caminaron hacia su entrada. En su interior habían más gigantes de roca en pie a
lado y lado del amplió corredor. Cuando llegaron al fondo, solo había una pared
enorme con inscripciones que no entendían. El zukariano buscó a los
alrededores, tenía que haber más, alguna entrada secreta, algún interruptor
escondido. Pero por más que inspeccionó cada parte del templo, parecía vacío,
parecía no tener más que aquellas estatuas.
—Puede que haya otro
templo que no esté registrado en esos viejos libros. No podemos perder la
esperanza tan fácilmente — animó la siempre optimista Eliz, que dirigía la
marcha hacia la salida.
Ya iban resignados a buscar otro lugar, caminando con algo de desgano para
salir del recinto y al poco tiempo de llegar a la salida, vieron lo que sucedía
afuera. Dos enormes naves terrícolas de un morado oscuro acababan de llegar,
aterrizaron haciendo un enorme ruido y polvareda. Tres hombres salieron de una
de ellas, el agente Graveyard, quién llevaba a alguien amarrado, y el comisario
Augusto Blanker, quienes se habían encargado de encerrar a Danna en su momento.
—Lograron burlarnos por
un buen tiempo gracias a este hombre — gritó el comisario Augusto en medio de
la ruidosa ventisca del desierto, mientras señalaba a un viejo vagabundo
capturado, atado de pies y manos, a quién Piñato ahora identificaba, era el
anciano Kairós—, logró hackear nuestra seguridad, por suerte tenemos apoyo
cidoriano y logramos encontrarlos de nuevo.
—¿A qué se refiere con
apoyo cidoriano? — Gritó Danna, entre furiosa y frustrada porque no los dejaban
en paz—, ¿Cómo pudo fingir que yo estaba loca?
—Tenía que encerrarla,
vio cosas que no debió ver. En cuanto a los cidorianos, bueno, supongo que es
clasificado — dijó el comisario Blanker, mientras una docena de hombres casi
rodeaban al grupo, todos con armas y trajes militares—, pero ahora que van a
ser encerrados durante toda su vida, qué más da si lo saben o no. Debió
quedarse en aquel manicomio, era bastante cómodo comparado con la celda que le
espera. Claro ustedes no, turistas, ustedes dos serán deportados, lo que menos
nos interesa es un conflicto intergaláctico. Tomen su nave y váyanse.
—¿Qué tratos tienen con
los cidorianos? —le preguntó Piñato expectante, directamente a la mente de
Blanker.
—Es simple realmente,
ellos nos dejan desarrollarnos libremente en las ciudades, pero no podemos
intervenir en dos cosas: Primero el turismo espacial, Nova Terra es considerada
uno de los paraísos de la galaxia, tiene una alta demanda de visitas por parte
de otras razas, así que despejamos las zonas rurales para ellos, por eso las
murallas y las mentiras detrás de ellas. Segundo, cada tanto ellos necesitan
seres transformados para su ejército, así que pueden tomar cuantos necesiten de
los humanos en las ciudades— confesó el confiado Blanker, que ya los tenía
amenazados para subirlos a sus naves.
Otro planeta más dominado por los cidorianos. Piñato agachó su cabeza sin
esperanza de reconstruir su planeta y menos de ser una ayuda en éste. Mientras
observaba la arena moviéndose bajo sus pies, un pequeño destello de luz parecía
salir de la bolsa negra que llevaba en el cinturón. Era el cubo de rubik, por
alguna razón funcionaba de nuevo o al menos eso habría que intentar.
—Tu amigo incluso te traía unos regalos, muy
considerado de su parte — el agente Graveyard sostenía una maleta de cuero
roído—, lástima que en tu nuevo hogar ya no puedas usarlos.
Podría ser el ego en su discurso o el terrible ruido de las naves
combinado a la arena arremolinándose en el lugar, pero agente y comisario no
advirtieron que la nave camuflada de tráiler se dirigía detrás de ellos en su
dirección a toda velocidad, embistiéndolos con tal fuerza que sufrieron fuertes
traumas craneoencefálicos. Desgraciadamente el viejo vagabundo corrió con la
misma suerte. Frente a los cuatro aventureros ahora se encontraba el preciado
tráiler, con tres cadáveres en el parabrisas y una maleta de cuero roído.
—Ese sistema de control
mental que instalamos en la nave, sabía que serviría de algo alguna vez —
exclamaba orgulloso Norc, quién era el responsable de este posible escape. Con
su mente había direccionado la nave, tenía un microchip en su cerebro que
controlaba varías acciones del vehículo.
—Esto no puede suceder
así, el viejo no tenía que morir — Piñato estaba frustrado, pero era cierto que
tenía una segunda oportunidad. Tomó el cubo de rubik, antes de que los
militares siguieran acercándose para capturarlos y contrario a lo que hizo
alguna vez, giró la cara azul hacia atrás pero mantuvo sostenida la maleta de
cuero con su pie. La fuerza que ejercía la maleta por volver a su tiempo natural
era tal que el zukariano se desequilibraba por mantenerla junto a él. Todo
empezó a retroceder, el tráiler se iba alejando lentamente mientras las
victimas del choque se empezaban a incorporar, todo adornado de distorsiones de
película vieja. Los militares ascendieron a las naves hacia atrás, al tiempo
que los siguieron el agente con su prisionero y el comisario. Ahora veía a sus
compañeros de viaje caminando en reversa para entrar al templo egipcio. Él tuvo
que arreglárselas para seguirles el paso, arrastrando la maleta con toda la
fuerza que podía, pues ésta aun luchaba por volver a su sitio correspondiente en
aquellos sucesos. Retrocedió tanto como el cubo lo permitió, pues cuando
llegaron al fondo del templo, el aparato volvió a apagarse como aquella vez,
quedando negro por completo.
—¿De dónde ha salido esa
maleta? — preguntó Danna extrañada al ver que Piñato tenía una maleta sostenida
en su pie.
—Luego les explico lo
que sucedió, ahora no hay tiempo de hablar — el zukariano se encontraba
revisando la maleta. En ella estaban todos los implementos de su nave. El
dispensador de Burbupura, el condensador de caramelos, con cuatro juegos de los
caramelos moleculares, el arma temporal y el recolector de energía
electromagnética. Se alistó, colocando todo en su cinturón, el condensador lo
dejó en la maleta y ésta se la puso en la espalda.
Con el dispensador, disparó una burbuja Burbupura al lado de sus
compañeros, una pequeña esfera morada se empezó a inflar hasta quedar de una
altura de dos metros.
—Cuando haya controlado
lo que sucederá allá afuera, saldré por esa burbuja para que puedan escapar.
Pero por nada se les ocurra salir de aquí — Piñato les dio las instrucciones y
empezó a correr hacia la salida. Sus compañeros no entendían que estaba pasando
exactamente pero prefirieron hacerle caso, seguro sabía lo que hacía.
Mientras el zukariano corría, absorbió el Caramelo Número Uno seguido del
Caramelo Número Cuatro, ahora podía volar y cambiar su tamaño. Salió volando
del templo directo hacia las naves que ya se acercaban para aterrizar, hizo
crecer una de sus manos y acertó un puño en la nave que se encontraba el viejo
vagabundo, abriendo un gran hueco en la cubierta, luego estiró la otra mano
para agarrarlo por sus ataduras y sacarlo de allí. El comisario Blanker miraba
estupefacto lo que sucedía, luego empezó a dispararle al zukariano volador sin
acertar, pues la nave estaba en total descontrol por el daño causado, que
estaba cayendo en picada. Piñato se alejó lo más que pudo con el viejo colgando
de su mano. Tanto se alejó, que el paisaje ya no era un desierto sino una
jungla. Aterrizó, dejando suavemente en el piso a su pasajero, en medio de unos
arbustos. Luego disparó otra Burbupura a su lado, que se conectaba con la que
había dejado atrás en el templo. Entró en la burbuja, el paisaje cambió
totalmente, ahora veía a los tres compañeros que había dejado atrás, los instó
a seguir, mientras veía como los militares ya entraban en el templo. Cuando los
cuatro habían atravesado el portal esférico, el zukariano hizo un movimiento en
el dispensador y la burbuja del templo se encogió y voló rápidamente hacia
ellos, para colarse de nuevo en el aparato.
—Use su tecnología
mental para llamar el tráiler— le dijo Piñato al confundido Norc.
—¿Cómo sabes que puede
llamarlo con la mente? — le preguntó Eliz sorprendida por lo que acababa de
ocurrir.
Piñato les explicó lo que acaba de suceder, mientras desataba a su viejo
amigo Kairós, que ahora se sobaba las muñecas y tobillos, debido a la presión
de las sogas.
—Gracias por salvar mi
vida, ser puré de humano en un parabrisas no suena muy bien que digamos— el
vagabundo tenía una voz ronca, seguramente sediento por el viaje a través del
desierto.
El tráiler llegó cerca a dónde ellos estaban, subieron rápidamente, pues
seguramente aún estaban siguiéndolos así que detenerse ya no era seguro.
Salieron volando de aquella jungla, se elevaron tan alto, que superaron el
nivel de las nubes, lo que los ocultaría sustancialmente.
El viejo Kairós comió y bebió cuanto pudo, explicó cómo había sido
descubierto hackeando los sistemas de seguridad, pero que no entendía como se
habían dado cuenta, tenía barreras
impenetrables para un posible contrahackeo. Además explicó que estuvo esperando
a Piñato durante meses, hasta que la señal del rastreador que dejo en la bolsa
de basura dio indicios de que su viaje temporal había terminado. Le siguió el
rastro pero cuando llegó a Egipto lo estaban esperando.
—Si los tratos con los
cidorianos son ciertos, seguramente los ayudaron para encontrar la falla —
Piñato ahora podía reflexionar sobre lo que había dicho el comisario Blanker—,
ahora cada movimiento que hagamos es un riesgo, encontrar la máquina del tiempo
será más complicado.
—Y ¿cuándo no ha sido un
riesgo? — instó el viejo vagabundo—, mientras estuve hackeandolos encontré un
documento con el sitio dónde se encontraba la máquina, pero no pude
identificarlo, es una isla con cabezas gigantes.
—¡Los gigantes de roca!
— Gritó entusiasmada Eliz, que al parecer sabía de lo que hablaban—, ¡Se
refiere a la isla de Pascua!
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